"La rebelión es mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos" Alejandra Pizarnik-en esta vida

"Solo veo rosas" Alejandra Pizarnik-más allá de esta vida-

sábado, 11 de octubre de 2008

Pesando el alma

¿Es posible que esto se llegase a realizar desde la ciencia? Lo leo en una revista que tú subrayaste, tú leíste mi querida hermana apenas dos años antes de tu muerte, tú ignorando todavía, o a punto de conocer tu sentencia a muerte o cáncer.

Dos doctores en medicina decididos a saber a principios del siglo pasado si el alma existía, por un procedimiento tan rudimentario como la balanza. Y parece ser que en sus procedimientos tan grotescos como macabros: colocar en una balanza los cuerpos agonizantes de personas, en el segundo caso, animales (¡y en ambos, recuérdese, en ambos, se fue a obtener el mismo resultado: la existencia del alma o de "algo" que pesaba, unos gramos más o menos según el tamaño del animal o lo evolucionado!) y ver si en el momento de expirar, la balanza mostraba una diferencia de peso. Ya hemos dicho en el paréntesis que sí, que sus resultados fueros ésos: Un pesar menos el cuerpo después de expirar que antes.

Y pudo ser el aire lo que pesaron, el aire que dejaba de entrar por los pulmones saliendo de ellos el último aliento. Eso pesaron: El último aliento de unos desgraciados que hasta en la hora de morir fueron tratados como lo que en el fondo todos somos: lo que la carne en las carnicerías, pescado en las pescaderías: Un conglomerado de proteínas más o menos desechables.

Aunque bien mirado, tampoco es menos tonto el procedimiento del gran gurú de la Física, Roger Penrose, para lo mismo: intentar darle un descubrimiento físico al alma, como si "alma" fuese algo distinto del entero cuerpo que la sustenta, no solamente cerebro, aunque sea él el que lleve la batuta de los sentimientos pensamientos. Penrose la vio o la ve, quizá no abandonó su idea, en los microtúbulos que forman los axones, también las dendritas. Microtúbulos, unos orgánulos de lo más curiosos de los que yo también estuve enamorada, o estoy, esa geometría tan mistérica como el dodecaedro pitagórico, o los números de oro de los que se construye todo pentáculo, geometría microtubular que también constituye el esqueleto de nuestras células, o esos tubos huecos de órgano que conforman el huso que posibilita las divisiones celulares. Penrose hablando de una correlación cuántica ¿protagonizada sólo por los órganos de esos microtúbulos? que es lo que conformaría el alma.

Una correlación cuántica: Muchas unidades de ese orden, átomos o partículas, trabajando como si fuesen una, conformando otra forma de presentarse la materia o sus acciones, efectos, a lo que conocíamos de ella, a modo del llamado "condensado de Bose-Einstein".

Una correlación cuántica que, como la superconductividad, pudiese darse a temperatura ambiente, no sólo a las desconsoladas heladoras. Temperatura, temperatura, otro sueño de la razón produce monstruos, como la velocidad c.

Unos pocos átomos sólo, hermanita, unas partículas, capaces de sustituir la montaña de ellos que ahora somos, esta montaña del infierno llamada cuerpo de aquí, y ser el que tú, y ya no por la revista que leíste dos años antes de tu muerte, sabes que somos, que eres, que seremos. Una correlación cuántica precisa, esa que yo perseguí, y creí, creo, encontré, que se hiciese posible, ella u otra, aquella a la que den descubrimiento quienes tienen la fortuna de manejar los componentes físicos fundamentales que son el mismísimo origen de la vida. De esta vida y sus burdeles que no vergeles, y de los vergeles vuestros. Oh Alejandra, tu Jardín, ahora sí TU JARDÍN.
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