El misterio de la masa.... Y todas las contradicciones de la física. Todos estamos aquí pues no somos pelotas q a través d otras pasan; pero todos so-

mos montañas imbéciles de células gelatina. Dura impenetrable materia cuando no lo debiera ser; y ante la muerte anunciada al filo de la espada o de la bala: bloques indefensos de mantequilla.

Esta pelota que te lanzo
que tú me lanzas tu pelota
y en el aire chocan,
y que si no fuera por los campos
eléctricos en sus átomos
pasarían la una a través de la otra.
...
Y entonces ¿Por qué yazco ahora,
veo mi cuerpo desde arriba,
tras alojarse la hoja de tu cuchillo
en mi tórax?
¿Por qué los átomos, sus electrones,
de las moléculas células de mi cuerpo
no han sido un escudo igualmente,
un campo repeliendo el campo
de los electrones de los átomos
del acero de la hoja?
¿Por qué esos dos campos,
hoja de acero células de mi tórax
no han sido una barrera de fuerza superior
al empuje mecánico de una sola mano
y su decisión asesina?

Por lo mismo que las pelotas chocan
y no pasan una a través de la otra,
desde aquí lo veo.
Como dos galaxias entremezclándose
sin enterarse sus estrellas
a no ser por la fuerza de sus agujeros negros
intentando ser el centro del ente nuevo formado,
así hubiese pasado mi pelota a través de la tuya,
mis intereses mis conflictos,
sin afectarme, ni los tuyos a mí, ni a mí los tuyos,
fíjate si el espacio es grande para albergarnos,
si está vacío para que nada choque;
así hubiese pasado la hoja de tu cuchillo a través de mis células
sin encontrar ninguna con la que hacer tope,
chocar herir desarticular,
los campos eléctricos obrando de coraza,
los espacios vacíos, de aire,
contra el que la hoja se hubiese blandido inútilmente.

El misterio de la masa y sus campos eléctricos, de masa o de vacío,
aquello que parece existir para que nuestros conceptos familiares
no se vean amenazados y las pelotas reboten,
existe para mayor amenaza nuestra:
Los billones de células que nos componen
con sus millones de átomos cada una
incapaces de generar el campo eléctrico necesario
para parar la intención asesina de la filosa hoja,
como montañas inútiles de gelatina
en vez de impenetrable diorita
(es aún un misterio como los egipcios la labraron,
ese pulido de la estatua del que dicen faraón Kefrén,
ese terso acabado de los vientres de las ánforas
labradas en ese material)

Todo misterios,
que tampoco tenemos muy claros los que estamos de este Otro Lado,
nos empujase a él la hoja filosa del pequeño cuchillo,
un puñado de seconales pasando a través de la garganta
para reventar nuestros riñones,
o hayamos venido aquí como hayamos venido.
Tampoco los tenemos muy claros.
¿Y cómo ayudaros para que los cuerpos sean mera luz
que a través de otra mera luz de otros cuerpos pasen,
para que los cuerpos dejen de ser fantoches montañas de células gelatina
en vez de impenetrable diorita que únicamente un enigma pula?

Todo misterios.
¿De cuántos podremos presumir haber puesto fin
en el curso de una triste, o de unas milenarias, vida, vidas,
en el curso de una sola generación o de millones de la mismas?

Seguimos muriendo y casi tan desamparadamente
como en el fondo de su cueva el primitivo,
aquí al pie de nuestros ordenadores,
pequeños diarios, islas,
desde las que lanzamos el mensaje de nuestra impotencia
a las demás islas tan impotentes como una
por mucho que se socialicen en grupos o archipiélagos
para no considerarse desamparadas al embate de las furiosas olas
del fondo cósmico o del marino.