El verdor de la yerba (Aunque tengo el corazón tan cansado, hermanita sigo, aunque sé que esto que hago aquí en los blogs es el peor de todos los sui-

cidios que fui a elegir, tanto como sufrí siempre por tu vida asesinada en el anonimato, la vida de tu tía, la de nuestra propia madre aun viva, a las cuales les robaron como a ti, a ellas una guerra propiciada y permitida por el criminal dios mismo que a ti te mató de un cáncer, el derecho al arte, derecho a sus propias voces, tu madre hubiese sido una excelente soprano igual que tu pobre tía, "la marquesita", que se quedó solamente con el nombre de la academia; nuestra querida abuela tan zarzuelera ella y su prodigiosa memoria capaz de cantarte la entera zarzuela que fuese, como de hacer otro tanto con todos los hermosos villancicos de su tierra, Jerez, sin olvidada coma de ninguna letra. Y tú y la pintura, tú y los versos, tú y "Soy un poeta sin palabras/ el verso acude a mí con gritos". Así acuden a mí todos los días. Tan grito a veces que ni suena de lo ultrasonido, tan grito que se me agarra como una zarpa al corazón, no únicamente con las manos que declarase Alejandra se le agarraban a ella nada más pronunciados.
¿Encuentro los versos que te escribí en el clínex,
son éstos?:

El verdor de la yerba

ebria de luz
tus ojos miran.
A través de los míos.
Por mis ojos.
¡Talita kumi!
Hermana
¡Resucita!
Que tu sangre sea la gota que colme
el vaso de los justos,
el vaso de la sangre de los justos;
y llegando a los ojos del Señor,
Talita kumi
Hermana
Resucita,
se ponga al odio fin
luz al Amor.